Haz las paces con la prohibición

¿Qué es la prohibición?

Si acudimos a la fuente de información por excelencia en definiciones, que es el gran Diccionario de la Real Academia Española, veremos lo que nos dice sobre palabras que por semántica vienen al caso: prohibición y restricción.

Prohibir: Vedar o impedir el uso o la ejecución de algo.

Restringir: Ceñir, reducir a menores límites, apretar constreñir, restriñir.

Conocemos ahora el significado, y es que desde la historia que nos contaron del paraíso y sus protagonistas Adán y Eva, la prohibición a lo largo de nuestra historia, ha sido objeto de tentación, atractivo y deseo.

Como vemos estas palabras tienen connotaciones poco agradables, y si las aplicamos a la alimentación, tampoco se transforman en nada positivo. Hay muchas personas que a corto plazo se someten a prohibiciones para conseguir resultados más o menos rápidos que no pueden sostener en el tiempo. ¿Quieres averiguar por qué? Aquí te traemos las claves.

PROHIBICIÓN = enemigo del diálogo interno

El diálogo interno, es como una vocecita interior que nos habla constantemente y con la que nos solemos identificar, ¿La tienes? ¿La reconoces?, ¡seguimos entonces!

Estas charlas que mantenemos internamente, son en ocasiones desagradables, especialmente cuando nos prohibimos o nos obligamos a algo en contra de nuestra voluntad orgánica, generando un impacto en nuestra propia autoestima.

Pregúntate, ¿desde dónde te prohíbes?, ¿qué emoción hay detrás?, ¿amor? ¿seguridad?...Por mi experiencia como nutricionista, te desvelo que suele haber bastantes dosis de ira, rabia, miedo, frustración, odio e incluso asco. La prohibición se convierte en un acto de total desamor hacia uno mismo.

La "deprivación hedónica", como se denomina en el ámbito clínico a la prohibición de los alimentos preferidos, provoca el anhelo continuo o repetido por comer esos alimentos. Además, aumenta la ansiedad, ya que percibimos más limitaciones en la dieta y deseamos con fervor que llegue el día en que no tengamos que seguirla para darnos el capricho de comer los alimentos con los que nos hemos reprimido durante tanto tiempo.

Las consecuencias son que cada vez nos sentimos peor, generando más diálogo interno negativo, y entrando en un bucle de desvalorización en la percepción de nuestra autoimagen, y potenciando la falta de reconocimiento, la falta de voluntad, la falta de compromiso y la desconfianza. Desde ahí, añadimos tensión y más tensión, lo que cada vez dificulta más seguir prohibiendo y resistiendo.

Cuando resistimos, dirigimos más energía al problema que a la solución, empleamos mucha fuerza en la lucha contra la realidad que vivimos. Ese desgaste de energía nos lleva a rendirnos, a resignarnos, sintiendo que no podemos mantener una relación sana con la alimentación.

Nuestro cerebro ante lo desagradable

El doctor Davidson, una de las mayores autoridades en neuroimagen en el mundo, demostró el vínculo entre nuestra manera de pensar y la forma en la que opera físicamente nuestro cerebro.

Davidson propone a un grupo de voluntarios pensar en algo negativo y dedicar su atención a aquello que les resulta desagradable de forma sostenida. En el momento en el que esas conversaciones internas aparecen, la zona prefrontal derecha del cerebro se activa: la zona del pensamiento. A continuación se activa una zona muy próxima que se denomina cíngulo anterior: el sentimiento.

Es decir, lo que pensamos que es desagradable, inmediatamente se transforma en una emoción. El simple hecho de pensar en algo negativo, hace que experimentemos esa idea de forma real, convirtiéndola en una experiencia personal.

Nuestra mente es negativa por razones biológicas de supervivencia. Pero hoy en día nuestra supervivencia no es el depredador con largos colmillos que nos acecha. El depredador o la amenaza en la actualidad es todo lo que nosotros interpretamos como tal: un compañero de trabajo, perder estatus, la cuenta bancaria, la forma de nuestras piernas, la pareja, un email, una nube gris.. Insisto: ¡es sólo una interpretación!

Claves que pueden sumar

  • Acepta: para obtener resultados diferentes en nuestras vidas, necesitamos hacer cosas diferentes. No basta con revelarse o no desear algo. La aceptación de la realidad nos libera de malgastar la energía en algo que no podemos cambiar únicamente desde la queja, la resistencia o la resignación. La aceptación nos permite dejar de luchar contra los malos hábitos, la forma del cuerpo, la enfermedad, etc. y nos predispone a buscar soluciones para permitirnos avanzar. Pregúntate, ¿Qué quiero hacer para avanzar hacia lo que deseo?

  • Toma consciencia de tus satisfacción: observa la satisfacción que obtienes en el momento de llevar a cabo tus hábitos saludables. En numerosas ocasiones no somos conscientes de lo que disfrutamos a través de nuevos cambios positivos, ya que desde la tensión con la que los iniciamos solo notamos sacrificio y esfuerzo. ¿Y si te descubrieras disfrutando de tus nuevas preparaciones?

  • Cuando te permites comer de todo, no necesitas comer de todo: A veces es así de simple. No necesitamos despedirnos de alimentos o preparaciones con las que disfrutamos por siempre jamás, aplicando la consecuente tensión y la atención constante en ellos. Cuando nos permitimos y validamos aquellos alimentos que nos gustan y quizás no suman calidad o nutrientes interesantes para nuestra salud, dejamos de tenerlos tan presentes. Sabemos que podemos disfrutar de ellos cuando realmente nos apetezca, centrándonos en aquellos que suman en nuestras preparaciones e incluso llamando a la creatividad

  • Haz una lista del placer: Ocurre que la alimentación al ser de fácil acceso y disponible las 24 horas se convierte en una de las fuentes predilectas de placer, y en muchos casos la única. Hacer un inventario de 50 cosas que te generan placer y poder ponerlas en práctica a menudo, abre paso frente al desapego de alimentos palatables y nos conecta con un mundo de posibilidades donde reencontrarnos y disfrutar de la vida en su plenitud.

  • Pon el sentimiento de culpa a tu servicio: la culpa surge al distanciarnos de aquello que sabemos que nos hace bien, por tanto, nos plantea una segunda oportunidad para revisar aquello de lo que sentimos que nos hemos alejado. A partir de ahí podemos aprender, reconocer y actuar en nuestro beneficio la próxima vez.

  • La curiosidad y las alternativas: se trata de las mejores actitudes para hacer las paces con la prohibición. La curiosidad nos ha llevado a descubrir el mundo, interesarnos por lo que nos rodea y aprender. Habitar la curiosidad nos permite abrir el marco de posibilidades y descubrir hábitos saludables que, más allá de un dogma, nos permiten reinventarnos. Experimenta con preparaciones nuevas, platos, sabores, texturas, etc. e integra alternativas que resuenen contigo, construyendo un camino amable y gozoso en el que nos queremos quedar y que no tiene fecha de caducidad como las prohibiciones que plantea la “cultura de la dieta”.

Ahora podemos comprender las consecuencias de la atención constante hacia una actitud de prohibición.

Mi intención es que tomes conciencia de la importancia de fijarnos en lo positivo y en la abundancia de nuestra vida, en lugar de mantenernos absortos en todo aquello que nos disgusta (como todo aquello que no podemos comer).

Previous
Previous

Dormir bien te cambia la vida: descubre las claves

Next
Next

Claves para el equilibrio de tus capacidades físicas